sábado, 14 de julio de 2007

LO QUE SE ARROJA AL MAR.


Cuento corto. En la orilla del mar entre la arena vi como brillaba
un objeto y pensé que era de oro o quizás de plata, pero, no,
en realidad era más precioso que cualquier metal.
Era la luz del alma de alguien, lo supe por su brillo.
Así que me dije: “Debo encontrar a su dueño”. Es que ese tipo de
cosas sólo pertenecen a una persona y ese no soy yo. Bueno y cómo lo
hago. Quizás arrojando una botella con la luz del alma dentro de
ella y así dejar que llegue libre hacia donde su dueño, actuando
como un imán. Al final se deben saber encontrar. O no? Bueno a mi
no se ocurrió una idea mejor. Una vez que lo hice pensé que
posiblemente alguien más ya había hecho lo mismo. Y así supe que
la luz era mía y no la reconocí porque la falta de ella cegó mis ojos
ante lo que mi interior perdió. Tal vez un día el mar la arroje
de nuevo a mis pies, mientras tanto seguiré caminando en círculos.

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